Hermandad de San Esteban 

Evangelizar la Estación de Penitencia

Diez consejos para un buen nazareno:SEST - BANDERÍN DE SAN ESTEBAN PROTOMÁRTIR SSTA 2006 Refª DSC_0009

  1. El buen nazareno, al vestirse y salir en la cofradía, debe «revestirse» de Jesucristo y tener los mismos sentimientos de Cristo-Jesús. «Revestirse» de entrañas de misericordia, bondad, benignidad, humildad, mansedumbre, longanimidad… y sobre todo de la caridad, que es el vínculo de la perfección.
  2. El buen nazareno acude a su templo, puntual y anónimamente, por el camino más corto, en silencio exterior e interior y con el antifaz echado. Durante la Estación, medita la Pasión del Señor, reza el Santo Rosario, se mortifica y calla con paciencia, tras la Cruz de guía, llevando amorosamente su propia cruz. Hace el propósito firme de conversión. Entrada la Cofradía, regresa a casa agradecido a Dios y cumpliendo las mismas condiciones que a la ida.
  3. El buen nazareno estima y venera su «túnica sagrada«, bendecida, que significa y le recuerda la «vestidura de la gracia«, la túnica de Cristo, que no debe manchar por el pecado. Será su mortaja el día de su Buena Muerte.
  4. El buen nazareno hace la Estación de Penitencia, no farisaicamente, sino en Espíritu y en Verdad, en «gracia de Dios» o con el propósito de confesarse lo antes posible. Experimenta la Misericordia divina, por el perdón de sus pecados. Se alimenta eucarísticamente con el Cuerpo de Cristo y se purifica con su sangre. EUCARISTIZA su Estación de Penitencia. La Penitencia, sin conversión y Eucaristía, carece de sentido.
  5. El buen nazareno, servidor de Dios y de sus hermanos, rememora la Pasión del Señor y se hace Corredentor con Cristo. Vive intensamente el «todo redimido tiene que ser redentor con Cristo».
  6. El buen nazareno es sensible a las necesidades espirituales y materiales de sus hermanos, los Cristos vivos, tanto de los próximos, como de los lejanos. Los ayuda, socorre y comparte con ellos sus bienes.
  7.  El buen nazareno mantiene la unidad entre fe y vida; una completa coherencia entre su fe cristiana y su vida personal, familiar, profesional y social. Dice no a la Estación de Penitencia por un lado y el noviazgo, matrimonio, política, trabajo y diversiones, por otro. Evangeliza el ambiente en que vive y anuncia a Cristo con su palabra y, sobre todo, con su testimonio.
  8. El buen nazareno debe ser nazareno y apóstol de Cristo, todo el año. No apaga el cirio de su fe cristiana cuando entra la cofradía, lo mantiene encendido en todas las circunstancias de su vida. Da testimonio y ejerce su compromiso cristiano, contramarea. Rema mar adentro.
  9.  El buen nazareno cae en la cuenta de que, más que acompañar a María, es Ella la que nos acompaña y «hace» con nosotros la Estación de Penitencia. Nos consuela, socorre y ampara en nuestras amarguras, angustias, dolores, lágrimas y tristezas. María debe constituir la Esperanza de la nueva Evangelización y entrar de lleno en la vida del cofrade.
  10. El buen nazareno vive la Estación de Penitencia como glorificación de Cristo al Padre, en clave Pascual. Simultanea su dolor penitencial con la Esperanza, gozo anticipado de la Pascua. La Estación de Penitencia no es el final, sino el peregrinaje necesario para alcanzar nuestra Resurrección con Cristo, que el nazareno vive y explicita anticipadamente.

La Estación de Penitencia no es el fi­nal, sino el peregrinaje necesario, para alcanzar nuestra RESURRECCIÓN CON CRISTO, que el nazareno vive y explícita anticipadamente. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!

José Ortíz Díaz (1927-2014)

Pregonero Semana Santa 1973

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